Hoy es un espectáculo televisivo ver cómo trabaja otro. El espectáculo no es un Gran Hermano más falso que el billete de tres euros, es ver a alguien…trabajando: pescadores, tatuadores, policías, subasteros, mecánicos. El espectáculo es que alguien trabaja, cómo lo hace, y que hasta gana dinero con ello.
El trabajo es lo más importante del mundo y no se debe escatimar esfuerzo en trabajar para conseguir un trabajo cojonudo en el que poder trabajar. A mí me educaron así, así que consiguieron el efecto contrario: lisa y llanamente el trabajo me da grima.
Estoy vacunado contra el trabajo. Porque si trabajar es sobrevivir, no me convence. Quiero más. Si trabajar es producir lo que gusta de una manera competitiva hasta hacer de ello una gestión y no una pasión, no me gusta. Si trabajar es pagar a un estado que no lo devuelve y pide más para dárselo a los financieros que nos están engañando, no me gusta. Si trabajar es ser hormiga obrera en un hormiguero dirigido por osos hormigueros, no me gusta.
Empecé a desconfiar cuando me contaron en el parvulario lo de la cigarra y la hormiga y me supe, íntimamente, cigarra. Mira la hormiguita qué maja, cómo trabaja, cómo se esfuerza, cómo revienta la condenada en pro del bien común. Mira la cigarra qué fresca, qué chula, qué solazada… qué sinvergüenza, la muy vaga que va a desestabilizar ella sola la economía entera con sus tonterías musicales. Menos mal que cuando llegue el invierno y la hormiguita haya trabajado lo suyo y lo del otro para tener un excedente, la cigarra va a pagar por todos sus pecados y se va a morir bien muerta.
El final no me gustó un pelo. Lo que no me contaron es el principio (gracias Wikipedia): la cigarra que conocemos es el estado final de un bicho que se ha pasado bajo tierra entre 13 y 17 años churruspando raíces al fresco, acumulando sustancia, y que llena de júbilo (jubilada), y muy savia (de las raíces), se pasa el último verano de su vida cantando al sol para ligar y para beneficio (o no) de todos los que la escuchan en casi un km a la redonda. La hormiga, por su parte, vive (si se le puede llamar así) unos pocos años con una vida sexual, artística y de holganza nula y, por supuesto, sin júbilo (ni saviduría: chupan jugos de culos de pulgón y comen mohos cultivados) alguno… salvo los sueños que le proporcionó el guitarreo de la chicharra.
Lo que ahora no entiendo es cómo en el hormiguero están reduciendo drásticamente a las hormigas su ración de moho cultivado y jugo de pulgón para que así puedan producir y consumir más moho y pulgones.